1)
  MAQUINA DE ESCRIBIR:
  La que imprime letras, números y otros signos
  cuando sus teclas son pulsadas u oprimidas.
  En diversos sectores del mundo moderno depende el hombre de
  esta máquina, que permite escribir con gran
  rapidez.
  El acto de escribir a máquina es, en sí,
  muy sencillo. La tarea principal es la de aprender de memoria la
  disposición del teclado.
  Las letras están generalmente dispuestas en el
  teclado en un
  orden universal.
  El papel se
  inserta en el rodillo o platén, que está situado en
  un carro que va de derecha a izquierda conforme se hace funcionar
  el teclado. Un
  carrete de cinta entintada gira constantemente a través de
  un angosto espacio enfrente del rodillo. Las palancas de los
  tipos hacen presión contra dicha cinta para imprimir
  letras sobre el papel.
  Las máquinas de escribir tienen también
  otros mecanismos para acelerar la escritura y
  hacerla más exacta. Una palanca de la interlínea
  está de ordinario montada en el carro. Al ser movida,
  dicha palanca espacia el papel hacia
  adelante, a una nueva línea de escritura, y
  devuelve el carro a la derecha. Hay de ordinario una palanca
  ajustadora de espacio interlineal, que se puede ajustar o fijar
  para regular el espacio en blanco entre renglones.
  Los marginadores pueden fijarse de modo que las
  líneas de impresión comiencen exactamente en la
  misma posición a la izquierda. El marginador para la
  derecha permite una alineación regular al lado derecho del
  papel. La
  tecla de cambio de
  mayúsculas se emplea para imprimir éstas. Mediante
  la tecla de cierre de mayúsculas se puede sostener el
  carro y escribir sólo mayúsculas.
  Para proveer espacios entre palabras se pulsa con el
  pulgar la barra de espacios. En el teclado se
  encuentra la tecla de retroceso que sirve para que el
  mecanógrafo pueda hacer retroceder el carro y corregir lo
  que está ya impreso en una línea. Algunas
  máquinas llevan un dispositivo para ajustar el teclado al
  tacto del mecanógrafo.
  Evolución de la Máquina de
  Escribir
  Las máquinas de escribir no se generalizaron
  hasta el siglo XX, aunque la Primera patente para una
  máquina de esta clase fue concedida alrededor del
  año 1714. Esta máquina de escribir, que fue
  inventada por un inglés,
  no recibió aplicación práctica.
  Al principio, las máquinas de escribir se
  patentaron como mecanismos para ayuda de los ciegos. La patente
  de la primera máquina de escribir que se registró
  en los E.U.A, en 1829, correspondió a Guillermo A. Burt.
  Se llamó tipógrafa, pero ningún modelo suyo
  sobrevivió.
  En 1888 inventó el francés Javier Progin
  una máquina que utilizaba barras de tipo con una palanca
  de tecla para cada letra.
  Carlos Thurber, un norteamericano, patentó en
  1848 una máquina que usaba un juego de
  barras de tipos situadas alrededor de una rueda de latón.
  Esta se movía en un eje central, y el tipo entintado
  golpeaba directamente sobre el papel colocado
  debajo de la rueda. Su funcionamiento era demasiado lento para
  que dicha máquina tuviera valor
  práctico. A. E. Beach, también de los E.U.A.,
  patentó en 1856 una máquina de escribir en la que
  se empleó por la primera vez las barras de tipo dispuestas
  en forma de círculo que hacían la impresión
  sobre un centro común. El año siguiente, S. W.
  Francis registró una máquina de escribir que
  utilizaba un teclado semejante al de un piano para actuar las
  barras de tipo.
  La primera máquina de escribir práctica y
  que se podía fabricar en gran escala fue la
  obra de tres inventores americanos: Cristóbal L. Sholes,
  Samuel W. Soule y Carlos Glidden, Sholes, con la ayuda personal y
  financiera de Santiago Densmore, perfeccionó su
  máquina de escribir hasta que en 1878 adquirió
  ésta un valor
  comercial.
  Esta máquina presentaba la mayoría de los
  principios de
  la máquina moderna. Usaba un juego de
  barras de tipo montado en un eje sobre un anillo horizontal,
  accionadas por palancas conectadas, en turno, por varillas con
  las palancas del teclado. El papel se insertaba alrededor de un
  cilindro de caucho y los tipos golpeaban en una cinta entintada
  para marcar las letras en el papel. Esta máquina
  tenía carretes reversibles para la cinta, así como
  un carro movible, que se podía devolver a su lugar al
  terminar de escribir un renglón. , Un defecto de esta
  máquina, dotada sólo de letras mayúsculas,
  era que el cilindro estaba situado en forma tal, que el
  mecanógrafo no podía ver lo que estaba
  escribiendo.
  Invenciones posteriores aportaron la tecla de cambio de
  mayúsculas, mediante la cual cada una de las barras
  podía llevar la letra correspondiente tanto en caracteres
  mayores colmo en menores. Para usar una u otra bastaba elevar o
  bajar el cilindro. Francisco Wagner patentó en 1896 la
  primera máquina de escribir de acción frontal y
  visible que resultó satisfactoria, pues resolvió
  las dificultades de funcionamiento que presentaban las
  anteriores. La introducción de esta máquina estaba
  destinada a revolucionar por completo la industria de
  las máquinas de escribir.
  2)
  MÁQUINA DE COSER:
  Pocas invenciones son de una utilidad tan
  amplia y ofrecen tantas ventajas como la máquina de coser.
  Ella ha revolucionado el trabajo
  manual en las
  fábricas y en el hogar, pues la costura es una idea
  más antiguas artes domésticas.
  La primera máquina de coser fue inventada por el
  inglés
  Tomás Saint. Patentó éste en 1790 una
  máquina que poseía muchas de las características de la moderna de costura de
  cadeneta. Esta máquina estaba principalmente destinada a
  trabajos en cuero. Tenía una lezna movible, que perforaba
  agujeros por los que podía pasar el hilo. Nunca se
  utilizó, ni se benefició su inventor con
  ella.
  Bartolomé Thimonnier, un sastre francés de
  modestos recursos
  económicos, inventó, en 1830, una máquina de
  coser que se asemejaba aun más al modelo actual,
  y que empezó a tener éxito en Francia. Sin
  embargo, un grupo de
  obreros, temerosos de que la máquina los dejara sin
  trabajo, destruyeron el taller y las máquinas. Thimonnier
  murió en la pobreza.
  Mientras tanto, el norteamericano Gualterio Hunt, había
  inventado, casi simultáneamente, una máquina de
  coser que tenía una aguja curva, con el ojo en la punta.
  Esta aguja hacía pasar un hilo a través de la tela
  para formar un lazo. Por éste pasaba un segundo hilo con
  el que se formaba una costura de cadeneta. El segundo hilo era
  llevado por una lanzadera, como en las máquinas modernas.
  Hunt no logró obtener una patente. El honor de haber
  patentado, en 1846, la primera máquina de coser que
  realmente se utilizó le corresponde al norteamericano
  Elías Howe. Isaac M. Singer obtuvo una patente sobre su
  máquina de coser en 1851. No obstante, Howe
  defendió con éxito su prioridad y obtuvo el pago de
  derechos de
  invención sobre casi todos los tipos de máquinas de
  coser utilizados en aquella época.
  En 1850 patentó Alíen B. Wilson un tipo
  diferente de máquina. Hacía ésta uso de un
  gancho giratorio oscilante para coger el hilo superior, en lugar
  de la lanzadera deslizante que se usó primero. En 1856
  inventó Jacobo Gibbs una máquina que podía
  usar un solo hilo, formando una costura de cadeneta.
  Hay una gran variedad de máquinas de coser, entre
  las que se incluyen máquinas especiales para coser cuero,
  sombreros de fieltro, piezas acolchadas, botones, etc. Algunas
  máquinas tienen varias agujas, y pueden hacer un
  número de costuras paralelas,
  simultáneamente.
  Los principios
  básicos de las máquinas de coser no han sufrido
  alteraciones radicales desde las tempranas invenciones. La aguja
  con ojo en la punta, el gancho giratorio y la lanzadera
  deslizante se utilizan aún. El gancho giratorio coge el
  hilo superior y lo engarza en derredor del inferior para formar
  la costura de cadeneta. La lanzadera lleva el carrete del hilo
  inferior, y pasa a través del lazo del hilo superior para
  formar la puntada. Las primeras máquinas solían
  moverse mediante una manivela o pedales, pero hoy muchas de ellas
  funcionan a motor.
  3)
  CAMARA DE FOTOS:
  En fotografía, instrumento óptico que
  se emplea para retratar personas u objetos o para obtener una
  constancia gráfica permanente de algún
  suceso.
  Los filósofos de la antigüedad
  grecorromana ya mencionan un artefacto llamado en latín
  camera obscura, que consistía en una caja enteramente
  cerrada, salvo uno de sus lados, en que había un
  pequeño agujero por donde entraba la luz. Los objetos
  del exterior situados frente a este agujero proyectaban sus
  imágenes en posición invertida sobre
  la pared opuesta.
  Si esta pared era una pantalla traslúcida, el
  observador podía ver las imágenes
  cubriendo su propia cabeza y la pantalla con un paño
  negro. En una cámara oscura del tamaño de una
  habitación podía el observador situarse dentro de
  ella y ver las imágenes
  proyectadas sobre un lienzo blanco.
  La primera descripción detallada de una
  cámara oscura data del siglo XI. En el XVI las
  descripciones de los italianos Juan Porta y Daniel Barbaro
  suscitaron gran interés
  por este artefacto, que se empezó a usar en diversas
  formas con fines meramente recreativos.
  Hoy se construyen cámaras oscuras en playas y
  parques de diversión, en forma de casetas o tiendas, en el
  centro de las cuales hay una mesa sobre la que se proyecta la
  imagen del
  panorama exterior, que un dispositivo de lentes y espejos recoge
  y refleja de modo que no resulte invertida.
  La importancia de la cámara oscura surge con su
  aplicación a la fotografía
  a fines del siglo XVIII. El descubrimiento de un método
  para que los rayos lumínicos que formaban la imagen sobre una
  superficie dejasen una huella en la misma fue la
  iniciación de la fotografía
  como ciencia. El
  aparato utilizado para esta fijación de la imagen
  tomó, naturalmente, el nombre de su antecesora.
  Cámaras Modernas
  En la actualidad se fabrican, para uso de aficionados o
  de fotógrafos
  profesionales, cámaras de diversos tipos y estilos. Las
  más comunes son las de cajón, las de fuelle, las
  cinematográficas, las de miniatura, las
  ultrarrápidas y muchas otras. A pesar de tanta diversidad,
  poseen cuatro características comunes: objetivo,
  obturador y diafragma, portapelícula y caja o
  estuche.
  El objetivo
  admite la luz y la enfoca
  sobre la película. El obturador regula el tiempo de
  exposición, o sea, el paso de la luz a
  través del objetivo o
  lente; y en acción coordinada con el funcionamiento del
  mecanismo del obturador, el diafragma regula la amplitud de la
  abertura por la que penetra la luz a la
  cámara.
  El portapelícula retiene ésta en su lugar
  de modo que la luz admitida por
  el objetivo
  produzca una "imagen" - no
  visible de momento - que aparecerá al hacerse el revelado
  de la película. La caja aloja los diversos dispositivos y
  forma la cámara oscura, a la que no llega más luz
  que la admitida en el momento de la exposición.
  El ojo humano viene a ser una cámara
  fotográfica de precisión. En esta última, la
  luz admitida por el diafragma (función similar a la del
  iris ocular) se enfoca sobre la película, que equivale en
  el caso del ojo a la retina; del mismo modo, la misión del
  objetivo de la
  cámara es análoga a la del cristalino del
  ojo.
  El Objetivo
  La obtención de una buena fotografía
  suele depender en gran parte del objetivo con que cuente la
  cámara. El vidrio de la
  lente deberá ser fino, de alta calidad óptica,
  a fin de que la imagen resulte
  definida y clara. El objetivo de menisco sencillo es el
  más simple de los que se usan en las cámaras para
  aficionados, ya que consta de una sola lente. Pero hay otros
  más complicados, como los que suelen llevar las
  cámaras de mayor precio, que
  emplean toda una sede de lentes, no siendo extraño que su
  número llegue a pasar de siete. Las lentes modernas para
  cámaras finas están recubiertas con fina capa
  microscópica (0,0068 mm.) de fluoruro de magnesio que
  contribuye a reducir la reflexión de la luz. No
  sólo se consigue con esto que pase mayor cantidad de luz a
  través de la lente, sino que, además, se logra
  mayor claridad y precisión en la fotografía.
  Diafragma, Obturador y Dispositivo de Enfoque
  Lo que en realidad se quiere dar a entender cuando se
  habla de un objetivo de tal o cual luminosidad es la capacidad de
  su lente o lentes para recoger la luz. Dicha capacidad se rige
  por dos factores: el diámetro de la lente y la distancia
  focal (del objetivo a la película). Esto último es
  muy importante para la transmisión de la imagen a la
  película, dado que la intensidad de la luz disminuye al
  aumentar la distancia a que se encuentra la fuente luminosa, es
  decir, el objetivo.
  Las marcas que suelen
  verse en los objetivos de
  las cámara, por ejemplo, f/2, f/4,5, etc., indican su
  luminosidad. Así, f/2 significa que la distancia focal es
  el doble del diámetro de la abertura máxima del
  objetivo. Esto equivale a decir que la distancia que media entre
  la lente y la película es dos veces mayor que el
  diámetro de la abertura del objetivo cuando se enfoca
  éste para captar imágenes
  de cosas distantes. De ordinario, un objetivo f/4,5 ó
  mayor, es considerado rápido, teniéndose por lento
  uno de f/11 ó f/16, que son los usuales en las
  cámaras de cajón.
  Habiendo luz solar brillante no es menester toda la
  luminosidad de un objetivo rápido; así, las
  cámaras que lo tienen llevan también un diafragma
  que permite disminuir la entrada de luz. Por consiguiente, cuando
  hay luz intensa, se reduce la abertura del diafragma antes de
  tomar la fotografía; en días sin sol, o en
  interiores, se abre para que admita más luz.
  El término de abertura del obturador de la
  cámara debe ser de gran precisión y, en la mayor
  parte de los casos, de extraordinaria brevedad. En las
  cámaras de cajón el obturador suele ser una simple
  plaquita de metal, mientras que en las más finas
  está constituido, bien por una serie concéntrica de
  delgadas hojas de acero, movidas
  por un sistema de
  engranajes tan complicado como el mecanismo de un reloj, bien por
  una pantalla o cortina situada ante la película que se
  descorre en el momento de la exposición mediante un
  preciso sistema de
  muelles. Con tal dispositivo, en lugar de contarse con una sola
  velocidad para
  tomar instantáneas, como ocurre con las cámaras de
  cajón, se tienen ocho o más velocidades, que pueden
  variar desde un segundo hasta 1/1.000 de segundo.
  De ordinario, las instantáneas que toman al
  aire libre los
  aficionados sólo requieren una velocidad del
  obturador de 1/50 de segundo.
  Pero si el objeto que se va a fotografiar se encuentra
  en movimiento,
  habrá que aumentar considerablemente la rapidez de
  acción del obturador, pues de lo contrario la
  fotografía resultará "movida". La razón es
  muy sencilla: cada movimiento del
  objeto se reproduce en la película; en consecuencia,
  mientras menos tiempo permanezca
  abierto el obturador menos movimiento de
  la imagen se registrará en la película.
  Hay tres factores que influyen grandemente en la
  eficacia con
  que funcione el obturador:la dirección en que el objeto se mueve en
  relación con la ubicación de la cámara;
  la
  velocidad con que éste se mueve y, finalmente, la
  distancia a que se encuentra el objeto en el momento en que se
  toma la fotografía. En el primer caso es fácil
  comprender que se necesitaría una acción
  rapidísima del obturador para fotografiar de lado un
  automóvil en plena carrera, a su paso frente a la
  cámara; en cambio, la
  rapidez del obturador podría ser mucho menor si la
  fotografía se tomara de frente, esto es, cuando el
  vehículo avanza en dirección a la cámara. Respecto al
  segundo factor, es evidente la influencia que ejerce la velocidad con
  que se mueve el objeto, y no requiere explicación. La
  importancia del tercer factor, o sea la distancia, se
  acentúa a medida que ésta es menor. Así, por
  ejemplo, se podrá fotografiar con una cámara de
  obturador lento un avión que evolucione en el espacio, mas
  no en el momento del despegue o del aterrizaje, en que la
  distancia a que se encuentra el avión de la cámara
  es mucho menor.
  En las cámaras más finas se logra mayor
  precisión en los detalles, ya sea que el objeto se
  encuentre cerca o lejos, mediante un dispositivo de enfoque. En
  cada graduación de este dispositivo sólo queda
  enfocada con precisión una zona determinada y bastante
  reducida. Así, por ejemplo, si el dispositivo ha sido
  graduado para un enfoque a 3 ms., la lente proyectará
  sobre la película una imagen más o menos bien
  definida únicamente de aquello que se encuentre alejado
  del obturador de 2,40 a 4,20 ms. Fuera de esta zona, lo
  demás aparecerá un tanto impreciso, es decir, fuera
  de foco. Sin embargo, con un diafragma iris ajustado de manera
  que la abertura sea más pequeña, se logra que la
  zona de enfoque aumente considerablemente. En el caso citado
  podrían cambiarse los límites a 1,80 y 6,90 ms. La
  amplitud de esta zona de enfoque se reduce a medida que va siendo
  mayor la abertura del objetivo y, también, a medida que se
  acorta la distancia entre el objeto y la cámara. Por ello,
  cuando se toman fotografías a muy corta distancia con
  bastante abertura del objetivo, conviene determinar con cuidado
  la distancia precisa a que se encuentra el objeto y regirse por
  ella al graduar el dispositivo de enfoque.
  Algunas cámaras van provistas de
  telémetros acoplados a este dispositivo. Otras, entre
  ellas las llamadas de reflexión y las que usan los
  fotógrafos
  profesionales, cuentan con pantallas de vidrio esmerilado
  que permiten ver previamente la imagen que se proyectará
  sobre la película, a fin de cerciorarse de que se ha hecho
  un enfoque correcto.
  4)
  AVION:
  Vehículo aéreo más pesado que el
  aire que se
  utiliza para transportar personas o carga. Se mueve por
  acción de hélices o motores de
  retropropulsión, y se sustenta por efecto de la resistencia del
  aire a ciertas
  superficies rígidas.
  El hombre
  trató desde tiempos remotos de imitar el vuelo de las
  aves.
  Creyó al principio que bastaba con proveerse de alas e
  ideó máquinas a las que llamó
  ornitópteros.
  Ninguna de ellas dio el resultado apetecido, y no fue
  sino hasta mediados del siglo XVIII que principiaron a
  construirse máquinas capaces de desplazar más
  aire que el
  equivalente a su peso, logrando así elevarse del suelo.
  Pero la utilidad de estos
  artefactos (globos y dirigibles) es limitada. La historia de la
  aviación de hoy es la de los aparatos más pesados
  que el aire.
  Fundamentalmente, los aparatos más modernos de
  este tipo siguen construyéndose con base en los mismos
  elementos que permitieron a los hermanos Wright y a Alberto
  Santos Dumont realizar los primeros vuelos prácticos a
  principios del
  siglo XX: alas que soportan el peso del aparato y su carga, y las
  superficies de cola que sirven para darle equilibrio y
  dirección. Mediante controles apropiados se
  hace variar la posición de algunas superficies para que el
  aparato suba, baje o vire en un sentido u otro.
  Cómo vuela el aparato
  El avión está provisto de clásico
  motor alternativo
  de hélice avanza por la tracción de ésta. La
  fuerza
  sustentadora radica en la forma de sus alas, en lo que
  técnicamente se designa como el "perfil de ala". Esta
  tiene una cara curva, la superior, y otra plana o casi
  plana.
  Cuando se mueve el aire en torno al ala,
  debe hacerlo de tal modo que si dos partículas se separan
  en el borde anterior deben encontrarse en el borde posterior al
  mismo tiempo. Puesto
  que la cara superior es de curvatura, y por tanto superficie,
  mayor que la inferior, la partícula que la recorre
  describe una trayectoria más larga que la otra y en el
  mismo tiempo,
  ésto es, con mayor velocidad.
  Existe un principio aerodinámico según el
  cual a ese aumento en la velocidad
  corresponde una disminución de la presión y, por
  tanto, en el caso del ala, un efecto de succión hacia
  arriba.
  Para ilustrar este principio, piénsese en
  cómo funciona un pulverizador, Por encima de la boca del
  tubo vertical que comunica con el líquido se hace pasar
  una corriente rápida de aire, y el efecto de
  succión hace que suba el líquido y salga mezclado
  con el aire.
  A primera vista puede parecer que un impulso de este
  tipo no es lo suficientemente vigoroso para sustentar el
  avión. Debe tomarse en cuenta, sin embargo, que dicha
  fuerza
  está actuando sobre toda la gran superficie de un ala y,
  además, que la gran velocidad del avión da lugar a
  un empuje realmente notable por unidad de superficie.
  En el caso de un avión con motor a
  reacción el principio de sustentación es
  idéntico, pero debido a la velocidad muy superior que le
  imprime aquel las alas pueden ser de superficie mucho menor;
  así actúan, primordialmente, como órganos de
  equilibrio
  para estabilizar el aparato.
  Un motor de
  propulsión a chorro expulsa los gases a tal
  velocidad que el impacto contra el aire es violentísimo,
  tanto que, por reacción, el avión es impulsado en
  la dirección opuesta a una velocidad
  extraordinaria, ya que el principio físico de la
  acción y la reacción establece que a todo impulso
  en un sentido corresponde otro igual y contrario.
  5)
  SUBMARINO:
  Buque construido para navegar bajo la superficie del
  agua, aun
  cuando también puede hacerlo en la superficie misma, El
  empleo de este
  tipo de buques está reservado universalmente a las marinas
  de guerra, pues
  son, esencialmente, unidades de ataque. Durante las dos guerras
  mundiales ocurridas durante la primera mitad del siglo XX los
  submarinos de los países beligerantes tuvieron una activa
  participación en las operaciones
  destinadas a interrumpir el tráfico marítimo.
  Muchos buques mercantes fueron echados a pique, víctimas
  de los torpedos disparados por los submarinos y aun llegaron a
  registrarse hundimientos de grandes acorazados.
  El submarino ha demostrado ser útil para ejecutar
  operaciones de
  índole variada. Así, por ejemplo, ha
  desempeñado servicios de
  vanguardia de
  una flota, sembrado campos de minas en lugares
  estratégicos de los mares, desembarcado patrullas de
  sabotaje, salvado aviadores caídos en el mar y aun
  efectuado exploraciones bajo las gruesas capas de hielo de las
  regiones polares.
  Historia
  Las primeras noticias que se tienen acerca de
  embarcaciones ideadas para navegar bajo la superficie del
  agua datan del
  siglo XVI. En 1580, Guillermo Bourne, oficial de la armada
  inglesa, dio a conocer su diseño
  de un buque submarino. Se trataba de un barco de madera
  provisto de una armazón, revestida de cuero, que
  servía de cubierta hermética; una vez sumergido el
  buque, debía ser propulsado desde el interior por medio de
  remos. Un ingenioso arreglo permitía plegar los lados, a
  manera de fuelle, con objeto de reducir el volumen de la
  embarcación a fin de poder
  sumergirla. La idea de Bourne no pasó de proyecto hasta el
  año de 1605 en que otro inglés,
  Magnus Pegelius, la llevó a la práctica, pero sin
  éxito. El barco construido por Pegelius quedó
  sepultado en el fango del lecho del Támesis al intentarse
  la primera prueba. Correspondió a un médico
  holandés, Cornelio de Drebel, la distinción de
  haber sido el primer hombre que
  navegó en un submarino. En un barco que construyó
  en 1620, semejante al de Bourne, realizó con éxito
  repetidas pruebas en el
  Río Támesis, maniobrando sin dificultad sumergido a
  profundidades hasta de cinco metros. A pesar de la curiosidad
  demostrada por el público que presenció las
  pruebas, el
  gobierno inglés
  no tuvo interés
  alguno en investigar las perspectivas que pudiera ofrecer el
  nuevo invento y el asunto permaneció casi
  olvidado.
  En los primeros años del siglo XVIII
  renació en Inglaterra el
  interés
  por los submarinos y para 1727 ya se habían patentado no
  menos de 14, de distintos tipos. En un artículo publicado
  en 1747 en la revista
  Gentleman's Magazine, un inventor anónimo sugirió
  que se emplease como lastre agua encerrada
  en botas hechas con piel de cabra;
  llenándolas con agua, se
  sumergía el submarino, y ascendía a la superficie
  cuando se expulsaba el líquido por una válvula
  situada en el fondo del buque. Esta idea es básicamente la
  misma que se aplica hoy en la construcción de submarinos que llevan
  tanques de lastre.
  Las dificultades para resolver los múltiples
  problemas de
  hidráulica y de mecánica, sumadas a la arraigada
  convicción general de que el submarino jamás
  llegaría a ser un medio práctico de
  navegación, fueron causa de que se retardara su adopción
  por las marinas de guerra por lo
  menos otros 100 años.
  El primer intento de usar un submarino para atacar a un
  buque de guerra tuvo
  lugar en América, en 1776, durante la guerra de
  independencia
  de los E.U.A. Encontrándose anclada en la bahía de
  Nueva York la fragata inglesa Eagle, los norteamericanos se
  propusieron hundirla con ayuda de un pequeño submarino, de
  un solo tripulante, inventado por David Bushnell.
  El plan
  consistía en llegar, bajo la superficie del agua, hasta el
  casco del buque, colocar de alguna manera una mina rudimentaria
  hecha con pólvora, la que se haría estallar
  mediante un detonador de tiempo. El
  plan
  fracasó debido a que las gruesas planchas de cobre del
  casco no permitieron que el intrépido "dinamitero" lograra
  acoplar al costado del buque la mina y ésta fue a dar al
  fondo del mar.
  Roberto Fulton también realizó experimentos con
  un submarino construido de acero (el
  Nautilus), el cual era muy superior 4 todos los que hasta esa
  época se habían probado. El submarino de Fulton
  exhibía rasgos avanzados.
  En la parte superior llevaba una escotilla que
  servía como torre de vigía; como lastre empleaba
  agua y su forma ovoide, alargada, se adoptó después
  en definitiva, Para la propulsión en la superficie iba
  provisto de un mástil y una vela que se abatían
  antes de la inmersión.
  Bajo la superficie, la propulsión se lograba
  accionando a brazo un mecanismo que hacía girar una
  hélice. Contaba además con un depósito de
  aire comprimido que servía para ir renovando el aire
  viciado. A pesar de su empeño, Fulton no consiguió
  interesar en su invento a los gobiernos de Francia,
  Inglaterra o de
  los E.U.A.
  Esto ocurría en 1801. En la segunda mitad del
  siglo XIX otros países, entre ellos España,
  Francia,
  Suecia y Rusia, se sumaron a los que venían realizando
  ensayos con
  submarinos.
  El Submarino Moderno
  Con el advenimiento de la era de la electricidad se
  creyó que se podía solucionar el principal
  obstáculo que presentaban los submarinos: la falta de un
  medio de propulsión eficaz. En 1886, los ingleses Campbell
  y Ash construyeron el primer submarino equipado con motores
  eléctricos alimentados por acumuladores (PILAS Y
  ACUMULADORES). A pesar de que los acumuladores se descargaban en
  poco tiempo, el radio de
  acción era de 125 kms.
  Otro inventor, el norteamericano J. P. Holland, que ya
  en 1875 había presentado un submarino bastante avanzado,
  logró al fin, en 1895, que la armada de los E.U.A, le
  encomendara la construcción de uno. Hizo entrega de
  él en 1900 y la nave recibió el nombre de Plunger
  al ser abanderada y entrar en servicio.
  Los submarinos modernos tienen un doble fondo y en el
  espacio intermedio se alojan los depósitos de agua de
  lastre. Para la inmersión de la nave se llenan estos
  depósitos con agua del mar y para el ascenso a la
  superficie se expulsa el agua por
  medio de aire comprimido.
  El interior del submarino está dividido en
  compartimientos comunicados por puertas que cierran
  herméticamente. La dirección se gobierna con timones
  horizontales y verticales. Sumergido el submarino, la
  visión de los objetos que están por encima de la
  superficie del mar se efectúa con ayuda de un periscopio.
  Lleva por lo general diez tubos lanzatorpedos (seis a proa y
  cuatro a popa), y una dotación de 24 torpedos. Para la
  propulsión en la superficie cuenta con cuatro motores diesel
  que en conjunto desarrollan 6.400 c.f. Lleva también
  cuatro generadores, cuatro motores
  eléctricos y dos juegos de
  acumuladores.
  En años recientes se ha logrado aprovechar la
  energía atómica en la propulsión de
  submarinos. Algunos de los países más adelantados
  en esta materia, o
  sean los E.U.A. y la U.R.S.S., parecen ser los únicos que
  han podido poner en práctica este proyecto, sobre
  el cual se guarda la mayor reserva. A fines de 1960 la armada
  norteamericana contaba con una docena de submarinos de este tipo
  y tenía una veintena en construcción.
  6)
  BICICLETA:
  Vehículo dotado de dos ruedas iguales, la trasera
  impulsada por una transmisión de cadena accionada por
  pedales, cuyo uso se ha hecho casi universal, ya sea con fines
  deportivos ya como medio de locomoción. Aprender a
  servirse de ella requiere cierta habilidad: hay que guardar el
  equilibrio, lo
  que no se logra hasta que, a base de práctica, se aprende
  a contrarrestar la fuerza de la
  gravedad con la fuerza
  centrífuga y la inercia desarrolladas por la bicicleta
  debido al impulso que se le da con los pedales.
  Tuvo origen en un invento dado a conocer en Inglaterra, en
  1818, por el barón Drais de Sauerbronn, de nacionalidad
  alemana. El vehículo que éste introdujo
  recibió el nombre de draisiana. Se trataba del
  perfeccionamiento del invento de un fotógrafo
  francés, José Nicéforo Niepce, y es sin duda la
  verdadera precursora de la bicicleta moderna. Las dos ruedas de
  la draisiana se hallaban conectadas por una pieza de madera. El
  ciclista descansaba parte de su peso en un soporte de madera que
  había delante, y avanzaba impulsándose en el
  suelo
  alternadamente con ambos pies. Se guiaba el aparato con el
  manubrio de la rueda delantera, que estaba provista de un eje en
  pivote. Era un artículo costoso y, aunque se puso de
  moda entre las
  personas elegantes y amigas de novedades, no estaba al alcance de
  las de recursos
  limitados.
  El interés
  por dicha máquina se extendió por toda Europa, mas poco
  después quedó olvidada.
  Luego, allá por el año de 1840, un
  escocés llamado Kirkpatrick Macmillan obtuvo una draisiana
  y le puso cigüeñas en el eje de la rueda
  trasera.
  Dichas cigüeñas las conectó mediante
  varillas de transmisión con los pedales del
  frente.
  Si bien consta en los registros que
  Macmillan fue arrestado por conducir su vehículo con
  "vertiginosa velocidad" por los caminos, su invento no tuvo
  repercusiones. Lo que es más, otra persona obtuvo el
  galardón.
  En el año de 1868 se comenzó a llamarlo
  biciclo. Posteriormente se adoptó el término
  bicicleta. En 1865 el francés Pedro Lallement puso
  cigüeñas y pedales en la rueda anterior de un
  velocípedo muy similar a la draisiana.
  La Bicicleta "Ordinaria"
  Poco después apareció la bicicleta llamada
  "ordinaria", que constituía un nuevo tipo. En su curso
  evolutivo la rueda delantera, originalmente del mismo
  tamaño que la rueda posterior, se hizo más y
  más grande. Esto significaba que con una vuelta de los
  pedales, fijos al eje de dicha rueda, el avance de la bicicleta
  era mucho mayor. En algunos modelos el
  diámetro de la rueda del frente era de 1,50 m. o
  más, mientras que el de la trasera era sólo de unos
  30 cms. El ciclista se hallaba encaramado en un asiento alto,
  instalado sobre la rueda delantera, y salía a menudo
  disparado por encima del manubrio.
  Esto se debía al poco peso de la rueda trasera,
  que no era suficiente para dar estabilidad del
  vehículo.
  Bicicletas más seguras
  Con la aspiración de hacer menos peligroso el
  ciclismo se construyó en los E.U.A. una bicicleta a la que
  se llamó Star. La propulsión se ejercía por
  medio de una rueda trasera de gran tamaño, mientras la
  delantera era pequeña y se empleaba únicamente para
  darle dirección. Con todo, no desaparecieron totalmente
  los peligros hasta fabricarse en 1885 la llamada "bicicleta de
  seguridad", en la
  que las dos ruedas eran del mismo tamaño y el
  sillín estaba situado ligeramente hacia adelante con
  relación a la rueda posterior. Los pedales se hallaban
  unidos al cuadro de un modo apropiado y la fuerza se
  trasmitía de los pedales a la rueda trasera por medio de
  una serie de dientes y de una cadena.
  Mediante el aumento del diámetro de la rueda
  dentada de los pedales, de manera que excediera al
  correspondiente a la rueda de la cadena instalada en la rueda
  trasera de la bicicleta, se logró que ésta avanzara
  con cada vuelta de los pedales tanto como si se contara con una
  enorme rueda delantera.
  A estos cambios básicos siguieron
  rápidamente otros: en 1888, J. B. Dunlop, cirujano
  irlandés, obtuvo la patente de llantas neumáticas.
  Es interesante observar que varias invenciones hechas para
  mejorar la bicicleta contribuyeron a hacer posible el
  automóvil.
  Entre estos inventos se
  cuentan los engranajes variables, la
  rueda libre y el freno de pedal.
  Los engranajes variables se
  comportan de modo similar a los cambios de velocidad de los
  automóviles y se regulan por medio de una palanca en el
  manubrio. Se usan mucho en Europa,
  particularmente en regiones montañosas. Tienen la ventaja
  de que el ciclista puede utilizar los engranajes de baja
  velocidad para subir pendientes, o como freno en fuertes
  declives.
  El mecanismo de rueda libre es similar al del
  automóvil. El freno de pedal permite la marcha en
  vacío o de rueda libre cuando la bicicleta avanza, sin
  pedalear, a cierta velocidad.
  Al comenzar a mover los pedales en retroceso se presiona
  tina zapata contra el tambor del freno, con lo cual se disminuye
  la velocidad.
  El ciclismo no tardó en convertirse en el
  deporte favorito
  de todas las clases
  sociales.
  También se hizo popular la bicicleta
  tándem, con dos o más sillines, uno detrás
  del otro, en que se sentaban varias personas y pedaleaban a la
  vez. En todas partes se fundaron clubes de ciclismo y se
  organizaron diversas competencias.
  En 1900, E. Hale estableció un récord de
  resistencia al
  recorrer 52.286 kms. en 313 días. Y un ciclista
  francés, en 1928, recorrió en una prueba, realizada
  en París, 124 kms.
  en una hora. Hay que considerar, sin embargo, que esta
  hazaña se realizó en una pista especial y
  detrás de un automóvil que rompía la
  resistencia
  del aire. Con el advenimiento del automóvil
  desapareció en algunos países el interés
  por el ciclismo, pero retomó posteriormente. Cuando se
  limitó el uso del automóvil, con motivo de la segunda guerra
  mundial, hubo una demanda sin
  igual de bicicletas.
  Las carreras en que participan ciclistas profesionales
  generalmente despiertan gran interés y atraen a numeroso
  público.
  7)
  LÁMPARA ELÉCTRICA Y LINTERNA:
  Colocando una luz en una caja protectora se la puede
  llevar fácilmente y proteger del viento y la lluvia. A esa
  caja o recipiente se la llama linterna. La palabra griega que
  designaba este objeto era lampter, que significa "lámpara"
  o "antorcha". La palabra latina, lanterna, es casi igual a la voz
  castellana linterna. Tanto la lámpara como la linterna son
  utensilios a que se recurre para alumbrar.
  Lámparas Antiguas
  Cuando el hombre
  primitivo comenzó a servirse del fuego no tardó en
  descubrir que algunas sustancias ardían mejor que otras.
  Un nudo de madera de
  pino, por ejemplo, ardía bien y daba luz brillante. Cuando
  puso carne al fuego observó que las gotas de grasa
  chisporroteaban brillantemente en las llamas.
  Probablemente de esta observación provino la idea de hacer una
  lámpara. Encontró piedras de forma parecida a
  platillos, las llenó con grasa animal derretida e
  ideó un pabilo o mecha que hizo de musgo o materiales
  semejantes.
  El pabilo quedaba empapado de grasa derretida y
  ardía con una llama débil y humeante.
  Los esquimales queman todavía hoy, para
  alumbrarse, grasa de foca en recipientes planos de
  piedra.
  Las lámparas más antiguas
  consistían en platos no muy hondos en que ardían
  aceite o grasa. En el interior de las casas no era necesario
  proteger del viento y la lluvia la llama de estas
  lámparas. Pero cuando se sacaban al aire libre se
  hacía necesario colocarlas en recipientes que resguardaran
  la llama de las corrientes de aire. Estos recipientes protectores
  debían contar con agujeros o ventanas que dejaran pasar la
  luz para que la lámpara siguiera cumpliendo su
  propósito de alumbrar. Así nació la
  linterna: se trataba de una lámpara portátil
  susceptible de sacarse o llevarse al aire libre sin que se
  apagara.
  Las lámparas de grasa y aceite se perfeccionaron
  lentamente, a medida que se descubrían mejores
  combustibles. Se refinaron las grasas de los animales; se
  cazaron ballenas para obtener aceite de alumbrado; se
  recurrió a aceites vegetales, como el de oliva y, por fin,
  se utilizaron, a mediados del siglo XIX, el
  petróleo y algunos de sus productos. El
  que se generalizó más de éstos fue la
  querosina.
  De entre todos los medios de que
  el hombre de
  épocas pasadas se valió para alumbrarse ninguno
  quizá tuvo más importancia que la vela. Se
  hacían las velas con grasa animal que se ponía
  alrededor de un pabilo. El sebo fue una de las grasas preferidas.
  Después se advirtió que la cera de abeja
  ardía mejor, aunque tenía el inconveniente de ser
  escasa y cara. Más tarde se recurrió a la parafina,
  que es un derivado del petróleo.
  La vela se utilizó también como fuente de luz en
  las linternas.
  Evolución de la Linterna
  La parte protectora de las más antiguas y burdas
  linternas consistía simplemente en una caja con ciertas
  perforaciones que dejaran pasar la luz. Para que el viento o la
  lluvia no apagaran la llama era preciso que dichas perforaciones
  fueran pequeñas, lo que se resolvía en que la
  utilidad de la
  linterna como medio para alumbrar fuera muy relativa.
  Se imponía, pues, que las aberturas pudieran ser
  mayores, pero se imponía también cubrirlas con algo
  que impidiera el paso del viento o la lluvia. No se había
  inventado aún el vidrio.
  Recurrió el hombre a
  algunos otros materiales que
  la naturaleza le
  brindaba, como delgadas láminas de cuero. Los chinos
  idearon proteger la llama con faroles de papel, origen de los
  conocidos farolillos que todavía se usan sobre todo con
  propósitos ornamentales.
  La invención del vidrio
  permitió perfeccionar la linterna y a medida que el
  vidrio fue siendo
  más barato fue desplazando a los otros materiales.
  Con trozos de vidrio plano se cerraban las ventanas o aberturas
  que se dejaban en las linternas. Algunas de éstas
  solían utilizarse para colgar de postes adecuados o
  colocar en las paredes.
  El uso de combustibles líquidos, como la
  querosina, permitió perfeccionar también los
  quemadores. Se fabricaron de latón, por ejemplo, capaces
  de utilizar una mecha tejida de algodón que puede bajarse
  y subirse a voluntad con el fin de regular la intensidad de la
  luz. Y en torno de este
  quemador se puso un tubo de vidrio para defender la llama de las
  corrientes de aire, que servía también como
  chimenea. El calor de la
  lámpara causaba un tiro de aire. Debido a este tiro
  ascendente penetraba más aire en el quemador. Como la
  llama se alimenta del oxígeno del aire, esta chimenea
  contribuía, además, a que la llama ardiera con
  mayor brillo.
  Hay linternas más modernas que emplean gasolina
  como combustible y que están dotadas de un quemador que
  calienta una caperuza especial. Esta cuelga del quemador y cuando
  se la enciende arde y deja una ceniza menuda. Esta ceniza luce
  brillantemente cuando la calienta la llama. En los lugares donde
  no se cuenta con electricidad, las
  linternas de gasolina proporcionan un alumbrado muy superior al
  que se obtiene de lámparas de querosina o de
  velas.
  Hay también las llamadas linternas sordas en las
  que, por lo común, la luz va oculta dentro de una caja
  dotada de una puerta o ventana que puede abrirse para dejarla
  pasar cuando así se desea. Y existe la linterna
  mágica, que es un aparato mediante el cual se pueden
  proyectar imágenes
  amplificadas sobre una pantalla adecuada. La linterna
  mágica puede considerarse el antepasado inmediato del
  proyector de cine.
  Evolución de la Lámpara
  Es muy grande la diferencia que existe entre las
  modernas lámparas eléctricas, que a la vez que
  alumbran constituyen un elemento decorativo, y el rudimentario
  utensilio empleado por los griegos para alumbrarse 400
  años antes de la era común.
  Durante siglos fueron pocas las modificaciones que se
  hicieron a las lámparas primitivas, que consistían
  sólo en un recipiente de barro cocido, mármol,
  piedra o metal donde se ponía el aceite en que se
  sumergía la mecha. En la Edad Media
  empezaron a usarse lámparas de cobre y de
  hierro, tanto
  portátiles como de otros tipos, que se suspendían
  del techo por medio de cadenillas y que fueron las precursoras de
  las vistosas arañas que en épocas posteriores se
  introdujeron para alumbrar y adornar los salones espaciosos. En
  el Renacimiento
  continuaron en boga las lámparas colgantes. Se fabricaron
  entonces también de latón.
  Ya en pleno siglo XVIII aparecieron las primeras
  lámparas con quemador que permitía subir o bajar la
  mecha a voluntad. Más tarde, un francés de apellido
  Quinqué discurrió emplear un tubo de vidrio para el
  tiro. Así se creó el quinqué.
  El perfeccionamiento de los mecheros realizado en los
  primeros años del siglo XIX contribuyó a la
  eficacia de
  las lámparas de aceite usadas en los faros. Dichas
  lámparas continuaron en uso hasta la introducción
  del gas de hulla, que
  permitió eliminar el uso de la mecha. Hacia el año
  1880 Auer introdujo la lámpara de caperuza de que ya se
  habló.
  Si bien con la disponibilidad de mejores combustibles se
  hicieron de uso mucho más práctico las
  lámparas, seguían éstas presentando
  inconvenientes y representando peligros que la electricidad vino
  a eliminar. La evolución de la lámpara ha
  continuado y, en años crecientes, han aparecido las
  lámparas eléctricas de luminiscencia, tales como
  las de neón, vapor de mercurio, vapor de sodio,
  etc. 
  
  
 
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